Recuncho Lúdico

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9.10.07

Guerra del Anillo (II)




Pero algo iba mal. Los sureños, que por fin se unieron a la batalla, conquistaban Pelargir, pero mis orcos no se reproducían con la suficiente rapidez y únicamente fui capaz de construir un segundo ejército de 10 tropas más unos pocos orcos desperdigados, cuando habría sido muy recomendable contar con dos ejércitos de 9 o 10 y orcos para remplazar a estos cuando sufrieran bajas y así para poder avanzar a toda velocidad hacia Minas Tirith y Dol Amroth.

Minas Tirith cayó ante el poder del Rey Brujo y los Nazgul, si, pero resistió demasiados turnos bajo asedio y en Dol Amroth se había formado ya un poderoso ejército… La irrupción de Aragorn tras cruzar los senderos de los muertos no hizo más que compicar las cosas. Los refuerzos de Gondor eran amplios y los sureños se retiraban de Pelargir. Tuve bastante suerte al sufrir una sola baja ante el ataque de los muertos comandados por Aragorn y pude reconstruir mis ejércitos y lanzarlos sobre Dol Amroth. La batalla fue larga y aunque la ciudad costera acabó cayendo, había tardado demasiado. Solamente tenía 7 puntos de victoria y la Compañía del Anillo ya había llegado a Mordor…

Mi contrincante había jugado con maestría sus opciones militares, dedicando sus recursos allí donde eran necesarios y asumiendo los riesgos justos con la Compañía para avanzar a un buen ritmo con un incremento de corrupción solamente un poco elevado… Esa circunstancia fue la única baza de la partida que me salió relativamente bien… Y es que desde el primer turno decidí conservar las cartas que me permitirían castigar a la Compañía con puntos de corrupción con intención de emplearlas en una andanada final cuando la Compañía no pudiera recuperarse.

Pese a todo, tuve mucha suerte con una circunstancia inusual en el juego.Mi oponente no introdujo ni una sola ficha de caza especial de las ‘buenas’ y ello me permitió llevarla al límte de la corrupción cuando Frodo estaba a un solo paso del Monte del Destino…

Frodo llegó al último movimiento… ¡Con un 72% de posibilidades de echar el Anillo en la Grieta del Destino y acabar con mis sueños de poder y dominación de los Pueblos Libres!

Pero no pudo ser… El peso del Anillo fue demasiado para el portador y cuando parecía más fácil sucumbió… ¡La victoria caía del lado de las fuerzas de la Oscuridad!

Lo pasé como un enano. :-)

La Guerra del Anillo (I)


El pasado sábado pude disfrutar de la partida más divertida que he podido jugar hasta la fecha al que, posiblemente, sea mi juego de mesa favorito, La Guerra del Anillo.

Acostumbrado a jugar con las fuerzas de la Luz esta era únicamente la tercera ocasión en que me subía a Barad-Dur y enfocaba mi maléfico ojo por todo lo largo y ancho de la Tierra media, a la caza del Anillo Único. En cualquier caso, yo no me encontraba en desventaja puesto que mi aguerrida rival había juagado aun menos veces con la barba de Gandalf pues, solamente dos.

Los primeros turnos marcaron la que sería la tónica general de la partida. Aposté desde un principio por potenciar a los Nazgules y a los ejércitos de Mordor, sin olvidarme de Saruman y su rápida capacidad de reclutamiento de Uruk-Hai. A cambio, dejé de lado las fuerzas de los bastiones del norte (Angmar, Moria, Dol Guldur), apenas reforcé a los sureños y no dirigí una mirada en toda la partida a los orientales.

La Compañía del Anillo avanzaba buen ritmo, pese a la presión de mis Nazgul que unicamente lograron retrasarla un poco al desviar su ruta hacia la puerta de los Trasgos e impedirle cruzar por el ‘atajo’ de Moria y hacerle sumar algún punto de corrupción.

Creo que anuncié demasiado mis intenciones de atacar desde Mordor e Isengard de manera simultanea, y querida y luminosa enemiga actuó en consecuencia haciendo avanzar a Rohan y Minas Tirith lo máximo posible en la casilla de seguimiento político hacia la guerra.

Pese a todo, la rapidez de mi ataque en Rohan me permitió hacerme en poco tiempo con los Vados del Isen y el Bastión del Abismo de Helm… Parecía una excelente estrategia, pero el tiempo demostró que no lo fue tanto. En mi afán por querer obtener una victoria rápida recluté un ejército demasiado débil para proseguir mi avance hacia Édoras y tuve quedarme ‘atrincherado’ en el Abismo de Helm. Para colmo, la llegada de Gandalf el Blanco a Fangorn me imposibilitó el enviar refuerzos en condiciones por el miedo a los Ents… La batalla de Rohan acababa con unos discretos dos puntos de victoria a mi favor, manifiestamente insuficientes a la vista de todos los recursos invertidos.

En Gondor las cosas fueron algo mejor, pero no mucho. Mientras la compañía seguía avanzando a buen ritmo y yo conseguía una pequeña victoria al impedirle descansar en Lorien y recuperar algún punto de corrupción, mis orcos se congregaban en las ruinas de Osgiliath (los batidores de Faramir se retiraron a las primeras de cambio) y el Rey Brujo hacia su aparición.

La campaña de Gondor resultó ser decisiva. Pude obtener la victoria, pero invirtiendo una grandísima cantidad de recursos que me impidieron afectar ni un solo lugar más de toda la Tierra Media… Y eso que las cosas no empezaron mal. Con la primera oleada llegué a Minas Tirith y logré encerrar en el bastión a las fuerzas de la Luz, con lo que cortaba toda posibilidad de refuerzos y podía seguir avanzando con más calma con el resto de mis fuerzas…
Continúa...